PLATAFORMA POR LA RECUPERACIÓN DE LAS URGENCIAS en los pueblos

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Empezó el domingo 21 de mayo, con nubes de lluvia.
A las nueve de la mañana montando el altavoz en el techo del coche en casa de un amigo, y los carteles laterales, con la convocatoria. Con sensación de fiesta.
Y luego, recorriendo el pueblo, calle a calle, en primera. Como un matrimonio vendedor de melones.

“las urgencias salvan vidas, cerrarlas nos mata”
Necesitamos defender la vida de nuestras familias, de nuestros vecinos.
¡Acude a la manifestación!.
¿Qué tipo de pueblo, de personas, vamos a ser si dejamos que nos maten, que dejen morir a nuestros hijos, padres o hermanos, quitándonos las urgencias, y no hacemos nada?
¡Acude a la manifestación!
A las once de la mañana en el ambulatorio Norte.

Somos más de cincuenta mil personas en el pueblo. Y teníamos urgencias cuando éramos menos de diez mil.
¿Con qué derecho nos las han quitado? ¿Con qué sinrazón?
¡Acude a la manifestación!

Sobre las diez y media, un coche de la policía, se pone detrás y nos enciende las luces. Paramos.
Ya le dijimos, nos dice, a tu compañero que no podíais usar un megáfono sin permiso.
Ya, les digo, por eso dejó de usarle, y nadie se ha atrevido a seguir anunciándolo.
¿Y entonces, me dice, vas a seguir o lo dejáis?
Depende, le dije.
¿De qué?
De si me coaccionas para hacerlo, amenazándome con una multa o si me dejas seguir.
Nosotros no te coaccionamos. Hacemos nuestro trabajo. Y si no tienes permiso para usar un megáfono, y lo usas debemos comunicarlo al Ayuntamiento.
Entonces estamos de acuerdo. Les di mis datos y seguimos.

Entre medias también hablamos de la jerarquía de las leyes y que la Constitución dispone que la manifestación es un derecho, y para ejercerle debemos informar a los vecinos, y que una norma municipal no puede prohibir ni estorbar un derecho constitucional.., y ellos estaban de acuerdo, y también querían recuperar las urgencias.

En la puerta del Centro de salud Norte, parecíamos relativamente pocos a las once.
Cosas de ser domingo, y de la falta de costumbre de la puntualidad. Treinta, cuarenta personas, poco a poco crecíamos.

Quizás la marcha fue excesivamente lenta.
Pero ya trescientos metros adelante pasábamos de trescientos, y en la calle San Sebastián, pasábamos de quinientos.
La calle Real estaba llena casi de punta a punta.
Y llegando al centro de salud Sur, según dijeron que había dicho la guardia civil, seríamos entre dos mil y dos mil quinientos.

Pero no era importante el número, que lo fue, sin duda.
Lo importante era el alma común.
El alma solidaria. Un pueblo unido por el bien común.
Un pueblo sin banderas. Sin una sola bandera, sin un solo grito contra nadie.
A favor de salvar vidas.
A favor del bien para el que lo necesite.
Éramos gente de todos los partidos. Votantes de TODOS los partidos.
Que sabemos que, en un accidente doméstico, de alguien querido, o de nosotros mismos, de cierta gravedad, la vida es más importantes que ningún pensamiento de ningún tipo.
Éramos seres humanos, vecinos, compañeros, en esta gran aventura de estar vivos, de mantener la vida, la solidaridad y la compasión con quien necesite ayuda. Éramos todos, buenos samaritanos.

Sin razas ni nacionalidades. Sin banderas ni enemistades. Libres de cualquier odio entre nosotros.
Un alma común alegre.
Responsable y con un tanto de orgullo, de reconocer caras con esa sensación de cariño, de ser vecinos que cuidan de sus vecinos.
En los que se puede confiar y descansar.
Y eso, es un patrimonio, que parecía perdido, pero que se puede recuperar, que se estaba recuperando.
Allí, en un paseo de domingo.


¡Enhorabuena colmenareños!
¡Y gracias!