Extraigo un párrafo de ese artículo, que dice así: “Un pleito desconcertante. En septiembre de 2002, el ingeniero agrónomo Luis Cascioli se presentó ante la justicia italiana de la localidad de Viterbo, cerca de Roma, para denunciar al párroco del lugar. ¿Por cuál delito? Porque todos los domingos, durante la misa, el cura hablaba de Jesús de Nazaret. Y según Cascioli, no hay pruebas de que Jesús haya existido. Por tanto, el sacerdote había violado dos leyes penales italianas: la de “abuso de credibilidad popular” (es decir, enseñar cosas falsas; art. 661) y la de “sustitución de persona” (inventar la existencia de un personaje irreal; art. 494). Los jueces de Viterbo quedaron estupefactos.
¿Acaso los Evangelios no prueban la existencia de Jesús? No, dice Cascioli. Porque éstos son libros contradictorios, y además están escritos por gente que creía en él, por lo que no sirven como prueba objetiva de su existencia. La denuncia de Cascioli fue rechazada por absurda. Pero éste apeló. Y en segunda instancia los jueces la dieron lugar, y ordenaron al párroco presentarse ante los tribunales para demostrar la existencia de Jesús. El pobre sacerdote, al verse en semejante aprieto, estaba desesperado. Pero al final, los jueces de tercera instancia volvieron a rechazar la demanda del ingeniero, y dieron por terminado el pacto judicial. Hasta aquí la noticia que apareció en los diarios. Pero una duda quedó flotando en el ambiente: ¿se puede demostrar la historicidad de Jesús? Fuera del Nuevo Testamento, ¿hay algún autor contemporáneo que lo nombre, lo mencione, aluda a su existencia? […] Solemos pensar que Jesús de Nazaret, el fundador de la religión más importante y numerosa de occidente, debió de haber sido muy conocido en su tiempo.
Que durante su vida llamó poderosamente la atención de las multitudes. Que con sus increíbles enseñanzas y sus sorprendentes milagros mantuvo fascinada a la sociedad entera. Que su fama se extendió incluso a los que no lo conocieron personalmente. Y que preocupadas por estos hechos, las más altas autoridades gubernamentales, incluido el emperador de Roma, ordenaron su arresto y su muerte, en el año 30. Es decir, creemos que el impacto de Jesús en la sociedad de su tiempo fue impresionante; […] y que si nos ponemos a buscar testimonios históricos sobre él, podemos encontrar millares. Sin embargo no es así. Cuando examinamos la información que tenemos de aquella época, nos damos con que no existe ni un escritor, ni un autor, ni un historiador, ni un cronista, ni un ensayista, ni un poeta, ni un contemporáneo suyo, que hable de él. Aunque parezca mentira, nadie parece haber reparado en su persona, ni para criticarlo ni para alabarlo. No tenemos ni siquiera una alusión de pasada. Nada. El impacto de Jesús en la sociedad de su época parece haber sido prácticamente nulo. […].”
Por otra parte, Miguel Ayuso escribe en el Confidencial del 1/5/2016, lo siguiente:
“No hay ninguna evidencia secular del siglo I que sostenga la existencia de Jesús. […]. Durante siglos, los historiadores han buscado sin descanso cualquier referencia contemporánea de la persona de la que hablan los Evangelios, pero han fracasado. […]. Tenemos un gran número de documentos de la época: escritos de poetas, filósofos, historiadores, científicos, funcionarios del gobierno…Ninguno nombra a Jesús. Por extraño que pueda parecer, no existe ninguna mención a Jesús de ninguno de sus contemporáneos paganos, asegura Ehrman en su libro. ‘No existen registros de nacimiento, ni transcripciones de su juicio, ni certificados de defunción; no hay expresiones de interés, ni calumnias, ni referencias pasajeras. Nada. De hecho, si ampliamos nuestro campo de estudio a los años posteriores a su muerte (incluyendo todo el primer siglo de nuestra era) no hay ni una sola referencia a Jesús en cualquier fuente ni cristiana ni judía de cualquier tipo. Debo destacar que tenemos un gran número de documentos de la época: escritos de poetas, filósofos, historiadores, científicos, funcionarios del gobierno… Por no hablar de la gran colección de inscripciones en piedra, cartas privadas y documentos legales en papiro. En ninguno de estos documentos aparece ni siquiera el nombre de Jesús’.”
Ahora bien, la evidencia muestra que, precisamente, fueron los funcionarios romanos, incluido el emperador Augusto, los que certificaron el nacimiento y la muerte de Jesús de Nazaret. Veamos los documentos que así lo dicen:
1)LAS RES GESTAE DIVI AVGVSTI (Las Hazañas del Divino Augusto) Escritas por él mismo, cuyo escrito fue guardado en el templo de las Vírgenes Vestales, poco más de un año antes de su muerte, acaecida el 19 de agosto del año 14 d. C. En esos escritos, dice Augusto: “Un segundo censo lo hice yo solo, con atribuciones de cónsul, durante el consulado de G. Censorino, y G. Asinio”.
2) Para conocer la fecha de ese censo, buscamos, en los FASTORVM ROMANORVM CONSVLARIVM (Los Fastos de los Cónsules Romanos), el año en el que fueron Cónsules “G. Censorino, y G. Asinio”, y encontramos que ese año fue el 746 de Roma (año 8 a. C.). En esa fecha, los judíos no dejaron que se hiciera el censo en Judea; por lo cual este censo quedó sin terminar, en Judea, hasta que lo terminó Quirino en el año 6 d. C.
3) En el año 8 a. C., cuando se publicó ese censo, José y María no estaban casados, por tanto no tenía que ir a declarar en el censo; pero en cuanto se casaron, adquirieron el deber de ir a declarar como una nueva familia y, como el censo estaba abierto, fueron a declarar; entonces, nada más llegar a Belén, nació Jesús (era primeros de octubre del año 5 a. C.). Los funcionarios romanos que hicieron el censo en Belén, en esa fecha, inscribieron, en él, a José, a María y a Jesús; y enviaron esos datos a Roma, donde fueron grabados en una tablilla de broce.
4) Tertuliano (155-220), que era abogado y vivía en Roma, por razón de su trabajo, visitaba los archivos romanos, y allí vio y leyó esa tablilla del Censo hecho en Belén, en la cual estaban anotados los nombres de José, María y Jesús con la ascendencia de su familia.
5) Hacia el año 193, Tertuliano se convirtió al Cristianismo. Hacia el año 207, un tal Marción negó por escrito que Jesús fuera el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento. Tertuliano le rebatió diciendo: “[…] sobre el censo de Augusto, en fin, que los archivos romanos guardan como testigo fidelísimo del nacimiento del Señor. […]. Pero también consta el censo decretado bajo Augusto en Judea por medio de Sentio Saturnino, en el cual se puede comprobar su linaje.” (También se puede leer ese escrito de Tertuliano en la Biblioteca Nacional de España).
6) Por tanto, esa tablilla muestra, de forma concluyente, que los funcionarios del gobierno romano escribieron el registro del nacimiento de Jesús de Nazaret; por qué, entonces, el autor citado más arriba, escribe: “No existen registros de nacimiento, […].” Esa tablilla no existe ahora, porque todas las que había en ese Archivo fueron fundidas para hacer cañones. Pero ¿por qué ese autor no dice que Tertuliano vio esa tablilla? Es evidente que algunos niegan la existencia de Jesús para tranquilizar su incrédula conciencia.
7) Ahora, aquí no hay espacio para tratar el asunto de los escritos relativos a la muerte de Jesús de Nazaret; pero se pueden ver en mi libro: “Jesús de Nazaret. Un personaje histórico”, pp. 113-137.
8) También, indiscutiblemente, el libro del NT titulado Hechos de los apóstoles, fue terminado de escribir en el año 63, y, en él, hay escritos de varios gobernadores romanos del siglo I; por ejemplo, de Félix y Festo en Judea, cuyo relevo se hizo en el año 60 (Hechos 24:27), lo cual se puede comprobar en la historia (Enciclopedia Universal Ilustrada, tomo 23, pp. 625, 1119).
9) ¿Por qué se dice, pues, que no está el nombre de Jesús en ningún escrito del siglo I? Eso muestra la gran ignorancia supina de esos escritores; porque el nombre de Jesús está escrito en ese libro del siglo I, treinta y dos (32) veces. (Alfredi Schmaller: Concordantiae Novi Testamenti Graeci. Editio quarta decima 1968, Württembergische Bibelanstalt Stuttgart, p. 248).
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Este artículo se publicó en Diciembre del 2016 en La Prensa de La Comarca, Colmenar Viejo (Madrid).
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