Hace tiempo que no escribo cartas al abuelo
de barba blanca, con traje de El Corte inglés.
Ni a los tres Reyes Magos
con guantes de seda y capas de Oriente.
También hace tiempo
que no se me caen los dientes.
Que la magia desapareció.
Que la vida nos arrastró a sus trucos baratos,
y a sus gastos públicos.
A la madurez y a sus dudas.
A conocer mucho más mundo y a extraviarnos.
A redescubrirnos cultivando nuestras historias.
Y a construirnos después de las tormentas.