La práctica totalidad de países sumidos en la cuarentena, dieciséis millones de demandas de empleo en EE.UU. en las últimas semanas y las largas colas frente a las gasolineras, en una nación donde escasea la gasolina, presagian el escenario nada menos que apocalíptico que anticipa Venezuela, a pesar de ser el país fundador de la OPEP y una de las mayores reservas de petróleo del mundo.
La imagen de un escenario, en la no futurista película sino precursora de la realidad presente, donde la ley de la selva llega a convertirse en el modus operandi de la cotidianeidad, vislumbra la posible antesala de conflictos sociales generalizados de primer orden.