Domingo, 07 Junio 2020 20:13

LA SÁBANA SANTA DE TURÍN FRENTE A LOS EVANGELIOS

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¿Es cierto, según los Evangelios, que el cuerpo de Jesús estaba envuelto en la llamada Sábana Santa de Turín cuando resucitó? Veamos esto siguiendo el orden cronológico de los acontecimientos y fundándonos en los Evangelios y la historia del imperio romano; es decir, hagamos la reconstrucción de los hechos relativos al entierro y la resurrección de Jesús. Primero veremos lo que dicen los Sinópticos; y después, lo que reseña el evangelista Juan:

1)Desde la cruz al sepulcro: Sobre esta etapa, los Sinópticos dicen:

 

-Mateo 27:59-60. "Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue."

 

-Marcos 15:43-46. José de Arimatea, miembro noble del concilio que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. E informado por el centurión, dio el cuerpo a José, el cual compró una sábana, y quitándolo (de la cruz), lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro."

 

-Lucas 23:52-53. José de Arimatea, "... fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús y quitándolo (de la cruz), lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie."

Solamente Lucas, entre estos tres evangelistas, dice que el apóstol Pedro vio unos lienzos en el sepulcro después de resucitar Jesús (Lucas 24:12). Son los lienzos que se mencionan en Juan 20:3-8. Por consiguiente, el relato de los tres Sinópticos deja muy claro que José de Arimatea quitó el cuerpo de Jesús de la cruz, lo envolvió en una sábana, lo dejó en su sepulcro (con la sábana, pues no se dice que se la llevara), cerró el sepulcro con una piedra y se fue. Según todas esas afirmaciones, el cuerpo de Jesús quedó envuelto en dicha sábana dentro del sepulcro (sin ninguna clase de embalsamamiento), y el entierro fue realizado solamente por José de Arimatea. Lógicamente, cuando se produjo la resurrección, de acuerdo con estos tres relatos del entierro de Jesús, su cuerpo tuvo que salir de esa sábana que lo envolvía mientras yacía en el sepulcro. En este caso, la Sábana de Turín bien podría ser aquella que José de Arimatea dejó en el sepulcro envolviendo el cuerpo de Jesús, siempre según el relato de los tres sinópticos relativo al entierro de Jesús; pero veamos lo que dice el apóstol Juan sobre este asunto.

2) Lo que había en el sepulcro antes del embalsamamiento del cuerpo de Jesús:

Ahora, Juan pone todo su empeño y sus conocimientos de testigo ocular de los hechos (pues no hay que olvidar que él es el único de los evangelistas que estuvo al pie de la cruz de Jesús, y que vio la mortaja de éste después de la resurrección, (Juan 2:3-8), para mostrar que fue imposible el hurto del cuerpo de Jesús. Juan empieza por explicar que los soldados romanos se repartieron la ropa de Jesús; así lo dice: “Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suerte sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Y así lo hicieron los soldados.” (Según Juan 19:23-24). Por tanto, José de Arimatea sólo dejó dos cosas en el sepulcro: la sábana y el cuerpo desnudo de Jesús. Así Juan coincide en esto con los tres Evangelios Sinópticos.

3) Explicación de cómo fue el embalsamamiento del cuerpo de Jesús en el sepulcro:

Después de hablar de la muerte de Jesús, Juan une su relato al de los Sinópticos sobre el entierro de éste, para completar ese relato explicando cómo fue el embalsamamiento y la mortaja puesta al cuerpo del crucificado. El relato de Juan dice así: “Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino y se llevó el cuerpo de Jesús. También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y áloes, como cien libras.

Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos". (Juan 19:38-40). Por tanto, según Juan, para la mortaja del cuerpo de Jesús se usaron lienzos (en plural). Esta palabra, en griego, es "ozoníois" (en dativo plural), y significa "pedazos de lienzo" (Miguel Balagué: Diccionario Griego-Español). Si comparamos esta mortaja del cuerpo de Jesús con la que pusieron a Lázaro, vemos que la de éste, según el mismo apóstol Juan, estaba hecha con "keirías" (vendas), (Juan 11:44); pero, ¿por qué para la mortaja de Lázaro se usaron "vendas" y para la de Jesús se emplearon "pedazos de lienzo" en lugar de "vendas"?

Es indudable que Lázaro fue enterrado en circunstancias normales; pero Jesús fue sepultado de forma apresurada, porque la puesta del sol estaba cerca, y, al ponerse el sol, empezaba el día 15 del mes de Nisán, en el cual (ese año) coincidieron tres fiestas: la Pascua de los judíos, el primer día de los siete de los Ázimos (que era un día de reposo), y el sábado, que también era un día de reposo; por esto, dice Juan que aquel sábado era de gran solemnidad (Juan 19:31); de ahí las prisas que llevaron a envolver el cuerpo de Jesús con "pedazos de lienzo" (en realidad tiras de lienzo, porque se usaron) en lugar de las vendas, y a dejarlo en el sepulcro de José de Arimatea; porque llegaba el día de reposo y "porque aquel sepulcro estaba cerca" (Juan 19:41-42). Llegados aquí, aparece una pregunta: ¿de dónde sacaron los pedazos de lienzo para envolver el cuerpo de Jesús?; pues ya hemos visto que José de Arimatea sólo llevó, al sepulcro, una sábana (que, en acusativo singular griego, se llama "sindona"); pero ningún evangelio dice quien llevó, al sepulcro, esos "pedazos de lienzo".

4) La guardia ante el sepulcro de Jesús de Nazaret:

“Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aun: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y sea el postrer error peor que el primero. Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, asegurarlo como sabéis. Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia”. (Mateo 27:62-66).

Varios puntos hay que considerar aquí:

a)¿Cuántos sacerdotes y cuántos fariseos estaban allí? Puesto qua a los dos grupos se los menciona en plural, y que ellos esperaban ser testigos de la no-resurrección de Jesús, y que la Ley de Israel dice que los testigos tienen que ser, por lo menos, dos, según Deuteronomio 17:6, es evidente que había, por lo menos, dos sacerdotes y dos fariseos; y ¿quiénes eran? Por lo menos sabemos que no podía faltar allí el fariseo Gamaliel, el más importante de los fariseos, según Hechos 5:34.

b) Y ¿cuántos soldados componían la guardia que les entregó Pilato? Por Juan sabemos que eran cuatro, igual que cuando crucificaron a Jesús, Juan 19:23-24.

c) Todos ellos, tienen que dar un informe a Pilato, que es quien les ha dado la guardia y el sello de Roma, para que lo pongan sobre la piedra que cerraba el sepulcro, ante el cual se encuentra este grupo por lo menos de ocho hombres.

d) Cómo proceden: no pueden sellar el sepulcro sin cerciorarse de que dentro está el cadáver de Jesús; pues sus discípulos podrían habérselo llevado ya. Por tanto, abren el sepulcro y entran y contemplan el cadáver de Jesús envuelto en las tiras de lienzo que le pusieron cuando lo embalsamaron; ahora sólo tienen que esperar a que pase el tiempo fijado para volver a entrar y llevarse el cadáver de Jesús, para mostrarlo al pueblo, y probar así que   Jesús no resucitó. Esperando que todo suceda como ellos piensan, vuelven a cerrar el sepulcro corriendo la piedra hasta que queda tapada la entrada al sepulcro; entonces ponen una cuerda que pasa por el centro de la piedra sujetándola con un gran clavo en cada extremo; entonces pegan la cuenda a la piedra poniendo un pegote de barro en el centro y encima pegan “el sello del imperio romano”. Quitar ese sello era pena de muerte. Una vez terminados estos hechos, los enemigos de Jesús allí presentes, sacerdotes y fariseos, se fueron tranquilos, porque los soldados romanos no permitirán que los discípulos de Jesús se lleven su cadáver.

5) La resurrección de Jesús:  

El evangelio de Mateo afirma: “Pasado el día de sábado, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. […]. Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos.” (Mateo 28:1-8).

Cómo reaccionaron los discípulos; el apóstol Juan lo explica así:

6) Lo que había en el sepulcro después de la resurrección:

[…] salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más a prisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró. Luego vino Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó." (Juan 20:3-8).

Vemos que, al hablar Juan de lo que había en el sepulcro después de resucitar Jesús, dice que allí estaban los lienzos, que es la misma palabra (en plural neutro) que ya hemos explicado, que significa pedazos de lienzo. Juan agrega que también estaba allí "el sudario que había estado sobre la cabeza de Jesús."

El sudario (en griego sudarion, es una palabra neutra en singular) se ponía "sobre la cabeza" del difunto; pero enrollado alrededor de ella, cubriendo el rostro; se trata de una pieza de pequeño tamaño; pues es la palabra que se usa también para referirse a un "pañuelo", como se comprueba en Lucas 19:20.

Por tanto, Juan dice que había en el sepulcro: los pedazos de lienzo y el sudario; pero no dice que, además, también estaba allí la sábana con la que José envolvió el cuerpo de Jesús; tampoco dice que alguien se la hubiera llevado. Por otra parte, tampoco se puede decir que la palabra sindona (sábana) sea el equivalente a ozoníois (pedazos de lienzo) más el sudarion (sudario); porque esto sería una atrocidad, ya que la palabra sindona, en griego, es un sustantivo femenino en singular; mientras que la palabra ozoníois es un sustantivo neutro en plural, y la palabra sudarion, en griego, también es un sustantivo neutro.

Por tanto, hay que repetir hasta la saciedad las preguntas siguientes: ¿dónde fue a parar la sábana dejada por José de Arimatea en el sepulcro?, ¿de dónde salieron los pedazos de lienzo y el sudario?, ¿acaso se transformó la sábana en los pedazos de lienzo y en el sudario? Eso es lo que indica la evidencia.

7) La imposibilidad del robo del cuerpo de Jesús:

Juan no se limita a decir que estaban, en el sepulcro, los pedazos de lienzo (en realidad tiras de lienzo usadas como vendas) y el sudario, sino que, además, dice cómo estaban colocados, tanto los unos como el otro. Explica que los "lienzos" estaban "puestos allí"; la palabra puestos es, en griego, "keimena", y significa "yacentes, aplanados", etc.

Esto indica que, al haber sido envuelto el cuerpo de Jesús (cada miembro y el tronco) con las tiras de lienzo y las especias aromáticas (de carácter resinoso), estas tiras se habían pegado una con otra, y todas sobre el cuerpo de Jesús, formando una especie de caparazón (como una segunda piel pegada sobre la primera). Cuando Jesús resucitó, salió de ese "caparazón" (como después entró donde estaban los apóstoles con la puerta cerrada) sin deshacerlo, dejándolo hueco; de este caparazón, por su propio peso, cayó la parte alta sobre la parte baja; así, las tiras de lienzo quedaron "yacentes" o "aplanadas" en el mismo sitio donde habían sido "puestas" envolviendo el cuerpo de Jesús.

El sudario no estaba "puesto" (keimenon: "yacente", "aplanado") junto con las tiras de lienzo, "sino enrollado en un lugar aparte"; es decir, cuando dejaron el cadáver de Jesús depositado sobre el poyo que corría a lo largo de una pared del sepulcro, la cabeza con el sudario enrollado estaba apoyada sobre un punto (un lugar) y el cuerpo estaba apoyado en otro lugar; o sea, la cabeza y el cuerpo estaban apoyados en dos puntos (o lugares) diferentes, aunque entre ambos sólo hubiera una mínima distancia; esto es, cada parte de la mortaja estaba en el lugar donde había sido colocada; pero "aplanada", porque faltaba el cuerpo que había estado dentro, y, al quedarse vacía, se había hundido la parte alta. Es decir, cada parte de la mortaja estaba en su lugar y guardaba su compostura; pero el cuerpo de Jesús no estaba dentro de ella; había desaparecido.

Esto demostraba que el robo del cuerpo de Jesús era imposible; porque sólo podían haber sucedido dos cosas: a) Que alguien se hubiera llevado el cuerpo con la mortaja pegada a él; pero esto no había pasado, pues la mortaja estaba allí. b) Que alguien se hubiera llevado el cuerpo sin la mortaja; pero, en este caso, tenía que haber desenrollado las tiras de lienzo, que envolvían el tronco y los miembros del cuerpo, con lo cual habría deshecho el caparazón formado por estas tiras pegadas unas con otras; pero esto tampoco había sucedido, porque la mortaja estaba intacta. Sólo había una explicación: Jesús había desaparecido de dentro de su mortaja por medio de su resurrección.

Por esto, cuando Juan entró en el sepulcro, "vio, y creyó" (Juan 20:8); porque Jesús había dejado, en su mortaja, una prueba física, visible, tangible e irrefutable de su resurrección; y ese testimonio de Juan tenía (y tiene) un valor apologético en favor de la resurrección de Jesús, y en contra de la fábula del robo de su cuerpo. Por otra parte, vemos que la explicación que da, el evangelio del apóstol Juan, de la mortaja del cuerpo de Jesús, anula totalmente todas las pretensiones de que la Sábana Santa de Turín sea la mortaja que envolvió el cuerpo de Cristo.

8) Los informes sobre la muerte y resurrección de Jesús:

a) El que reproduce Mateo 28:11-15, dado por los dos guardias que no estaban de servicio cuando un ángel quitó la piedra que tapaba la puerta del sepulcro y se sentó en ella, pero éstos no vieron a Jesús resucitado; por eso, su testimonio dado a los sacerdotes y a los fariseos, no sirve para probar que Jesús resucitó.

b) Los que tenía Pilato:

-Uno confirmando la muerte de Jesús, según Marcos 15:43-45.

-Otro sobre la certeza de que Jesús estaba muerto en el sepulcro, dado por los que pusieron la guardia.

-Otro de los dos guardias que se quedaron vigilando la puerta abierta del sepulcro. Jesús sabía que su resurrección sería negada; por tanto, tiene que salir del sepulcro de forma que los dos guardias, que están allí vigilando, lo reconozcan y se lo cuenten a Pilato; estos dos guardias, después de haber visto a Jesús salir del sepulcro, para asegurarse de que el que han visto salir del sepulcro era Jesús, entran ellos en el sepulcro, y allí ven la mortaja (que después verían Pedro y Juan); pero Jesús no estaba dentro; así, seguros de que han visto a Jesús resucitado salir del sepulcro, se van a dar el informe a Pilato, quien puso, en el informe, el sello del imperio romano como lo habían puesto sobre la piedra que tapaba la entrada del sepulcro. De esta forma, la resurrección de Jesús quedó autentificada en los anales del imperio romano, de forma que, desde entonces, quien la niegue, miente.

9) Las actas de Pilato:

Pilato tenía autoridad para crucificar; pero tenía que mandar un informe al Senado romano y otro informe al Emperador Tiberio (que estaba en Capri) diciendo por qué causa había hecho esa crucifixión; pero Pilato no se atiene solo a los informes que posee sobre la muerte y resurrección de Jesús, sino que levanta dos actas iguales: una para el Senado romano y otra para el Emperador Tiberio (que estaba en Capri) contando todo lo que sabía de Jesús de Nazaret, des que las autoridades de los Judíos se lo entregaron pidiendo que lo crucificara hasta que resucitó (Juan 18:28-20:10).

10) La reacción de Tiberio fue que hizo un escrito y lo mandó al Senado pidiendo que a Jesús de Nazaret lo declarasen dios. El Senado rechazó esa petición diciendo que esa iniciativa tenía que haber partido del Senado y no del emperador; pero el Senado guardó en sus archivos el acta que recibió de Pilato. Tiberio también guardó el acta que recibió de Pilato.

11) Desde entonces, muchos escritores se han referido a esas actas de Pilato:

a) En una de las persecuciones de los romanos contra los cristianos, Justino fue detenido hacia el año 163.

En una de sus Apologías dice: “Y después que lo crucificaron dividieron por suerte sus vestidos y los partieron entre aquellos que lo habían crucificado. Y estás cosas sucedieron así lo podéis comprobar por las actas levantadas bajo Poncio Pilato.”

(Dice esto hacia el año 150, y dado que tenía una escuela de Filosofía en Roma, donde también enseñaba las doctrinas cristianas, es indudable que él mismo leyó los originales de esas actas en los archivos del Gobierno romano).

b) Eusebio de Cesarea, a principios del siglo IV, escribe en su Historia Eclesiástica, II, 2, 1: “Pilato, pues, dio parte al emperador Tiberio de todo lo que corría de doca en boca por toda Palestina referente a la resurrección de nuestro Salvador Jesús de entre los muertos.”

c) Es evidente que esas actas de Pilato, desde los primeros tiempos del cristianismo, fueron copiadas, adulteradas, han hecho miles de añadidos a ellas, miles de interpolaciones… hasta dejarlas irreconocibles y entonces las han llamado “actas apócrifas de Pilato”. Toda la literatura religiosa a través de los siglos está llena de esos escritos.

12) A pesar de todo lo dicho hasta aquí, el Papa Benedicto XVI, en su libro: Jesús de Nazaret, desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, pretende que las tiras de lienzo que envolvieron el cuerpo de Jesús sean la misma cosa que la Sábana de Turín (Pág. 266).    

13) Todo eso quedó refutado en la carta que le envié el día 10-07-2012, la cual está entre los artículos colgados aquí, con el título Cronología de la vida de Jesús.

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