Que dejé de sentir,
de mirarme el ombligo.
De estar viva por fuera y rota por dentro.
Hace tiempo, que no me miro al espejo.
Que no reflejo lo que no todos pueden ver.
Que no muestro mis entresijos.
Y que no me peino demás.
Mi pluma ya no tiene tinta negra.
Se camufla entre lo blanco del papel.
Se arriesga a quedarse silenciada.
Como todas mis preguntas sin respuestas.
Hace tiempo que,
se evaporaron mis ideas.
Mis bombillas de cabeza.
Que mis poesías no tienen una dueña
que las quiera entender.
Ni una mano que las sujete cuando vuelan libremente.
Hace tiempo que cambié.
Que la experiencia y mis tormentas
me enseñaron más de la cuenta.
Hace tiempo,
que dejé de pintar en blanco y negro todas mis montañas rusas.
Para que otros, los mejores, lo hagan con acuarela,
construyendo mi castillo que ahora mismo es arena.