Me encierro sabiendo que me necesito.
Que necesito desprender capas como si fuera una cebolla.
Me encierro como las torres de aquel tablero,
que defienden a lo más importante que tienen.
Me encierro para seguir construyéndome como persona.
Y me dejo llevar por aquellos que me salvan.
Los que me esperan sin pedirme nada.
Los que me enseñan que no soy profeta en mi tierra,
a pesar de nutrirme de ella.
Los que me hacen que desnude mi alma aquí y ahora.
en cada hoja y en cada mirada.
Aquellos versos que me enseñan a ser mariposa, serpiente
y esta vez araña.
Donde soy capaz de tejer telarañas de versos para resguardarme
de los mares en tempestad o de los bosques tenebrosos.
Para poder crear, al fin, poesías de seda.