Hace casi un año que el ejército ruso entró en Ucrania para imponer allí la aplicación de la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU. La OTAN, que rechaza ese objetivo, afirma que Rusia “invadió” Ucrania para anexarla.
Los referéndums de adhesión a la Federación Rusa realizados en 4 oblast parecen confirmar esa interpretación de la OTAN. Pero la historia de la Novorossiya confirma la explicación de Rusia. Las dos narrativas siguen sonando en paralelo.
Por mi parte, después de haber editado un boletín cotidiano sobre la guerra en Kosovo [1], recuerdo que todas las agencias de prensa de los Balcanes contradecían entonces la narrativa de la OTAN y yo no tenía manera de saber quién decía la verdad. Dos días después del fin de aquel conflicto, algunos periodistas de los países miembros de la alianza atlántica pudieron viajar al lugar de los hechos… y comprobaron que habían sido engañados. Las agencias de prensa regionales tenían la razón. La OTAN nos había mentido constantemente.
Años después, siendo yo miembro del gobierno de Libia, la OTAN –dotada de un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU para proteger a la población libia– utilizó abusivamente aquel mandato para derrocar la Yamahiriya Árabe Libia, matando en el proceso a 120 000 personas que supuestamente tenía que proteger.
Esas experiencias nos muestran que Occidente miente descaradamente para cubrir sus crímenes.
Ahora, la OTAN nos asegura que no está en guerra ya que no ha desplegado tropas en Ucrania. Pero estamos viendo, por un lado, enormes envíos de armamento hacia Ucrania para que los nacionalistas integristas ucranianos [2], entrenados por la OTAN, puedan enfrentarse a Moscú. Y también estamos viendo, por otro lado, como se impone una guerra económica, también sin precedente, en un intento por destruir la economía rusa. Dadas las proporciones que va tomando esta guerra, donde Occidente usa a Ucrania para tratar de acabar con Rusia, el enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia parece cada vez más posible.
Sin embargo, una Guerra Mundial parece altamente improbable, al menos a corto plazo. Y los hechos ya contradicen la narración de la OTAN.
La guerra parece no estar cerca de terminar. Pero no porque los dos bandos estén en condiciones de igualdad sino porque la OTAN no quiere enfrentarse a Rusia. De hecho, ya lo vimos hace 3 meses, en la Cumbre del G20 en Bali. Rusia aceptó entonces que el presidente ucraniano Zelenski participara en los debates por videoconferencia, desde Kiev. Zelenski pidió entonces que Rusia fuese excluida del G20, como antes fue excluida del G8, cuando Crimea regresó a la Federación Rusa. Para sorpresa de Zelenski y de los miembros de la OTAN presentes en Bali, Estados Unidos y Reino Unido no apoyaron el pedido del presidente ucraniano [3]. Washington y Londres estuvieron de acuerdo en que había una línea que no podían cruzar.
¿Por qué? Porque el armamento ruso moderno es muy superior al de la OTAN, cuya tecnología data de los años 1990. En caso de enfrentamiento, es indudable que Rusia sufriría… pero acabaría aplastando a las potencias occidentales en cuestión de días.
Lo que ya está sucediendo ante nuestros ojos tenemos que interpretarlo a la luz de esa realidad.
El flujo de armamento hacia Ucrania es una simple maniobra de diversión. La mayoría de ese armamento no llega al campo de batalla. Ya habíamos anunciado desde este sitio web que ese armamento sería desviado para desatar otra guerra, en el Sahel [4].
El presidente de Niger, Muhammadu Buhari, incluso confirmó públicamente que grandes volúmenes de armas supuestamente destinadas a Ucrania ya están en manos de los yihadistas africanos [5]. En todo caso, constituir un arsenal sumamente heterogéneo, con armamento de épocas y de calibres muy diferentes, es en definitiva inútil. Nadie tiene la logística necesaria para garantizar a los combatientes el suministro de municiones tan diferentes. Eso hace pensar que el objetivo del envío de ese armamento a Ucrania no es ponerla en condiciones de ganar la guerra.
El New York Times dio la alerta al explicar que las industrias bélicas de Occidente ya no logran producir suficientes cantidades de armas y municiones. Las reservas están agotadas y los ejércitos occidentales están entregando ahora el material que en realidad necesitan para garantizar la defensa de sus propios países. Esto último fue confirmado por el secretario a cargo de la marina de guerra de Estados Unidos, Carlos Del Toro, quien advirtió que los ejércitos estadounidenses están entregando armamento que en realidad necesitan [6]. Del Toro precisó que si el complejo militaro-industrial estadounidense no logra, en 6 meses, producir más armas que Rusia, las fuerzas armadas de Estados Unidos ya no podrán cumplir su misión.