Pablo Motos, mi chepa y los hombres pequeños
El presentador de ‘El Hormiguero’ no solo ha convertido la campaña “Entonces quién” del Ministerio de Igualdad en la más vista de la historia, sino que también ha desatado un movimiento “Me too” contra el machismo más casposo
Tiempo después de haber ido por primera vez a El Hormiguero, Ana Pastor, la directora de El Objetivo, me dijo cuando nos vimos en su programa que esa había sido mi entrevista más importante. En cierto sentido tenía razón; Pastor sabe mucho de televisión y era perfectamente consciente de que un programa como el de Pablo Motos era mucho más importante que cualquiera de los programas de La Sexta. El target de La Sexta es una audiencia interesada en la información y la política, una audiencia progresista, muy minoritaria frente a las audiencias masivas de programas como el de Motos. Para un líder político, ir a un programa como El Hormiguero es la oportunidad de llegar a sectores a los que resulta muy difícil llegar, a través de un dispositivo ideológico mucho más eficaz que los programas informativos: el entretenimiento.
Motos es un actor ideológico mucho más relevante incluso que figuras como Ana Rosa o Griso. Motos juega en la liga de Jorge Javier Vázquez que, por algo, es la figura con la que cualquier candidato progresista querría retratarse hoy (recuerden a Pedro Sánchez llamando a Sálvame, o a Mónica García presumiendo de foto con él) porque es un actor ideológico progresista que dirige uno de los programas de entretenimiento más influyentes en España. Si Jorge Javier es progresista (hasta el punto de echarme de vez en cuando un cable incluso a mí y a otra gente de Podemos), Motos es básicamente el facha que encarna el cuñadismo de las masculinidades empequeñecidas en España. Motos es un símbolo y una referencia para los hombres que se ven o se sienten pequeños. Motos encarna el éxito del hombre cuya pequeñez intelectual y moral no le impide alcanzar el éxito, que para esa comunidad significa básicamente pasta y pibones…
Motos no tiene un pelo de tonto pero, como a cualquier hombre orgulloso de sí mismo, le pudo ir de sobrado. Les contaré una anécdota. Una de las veces que fui a El Hormiguero, Motos me dijo que le preocupaba verme tan encorvado y me regaló una TRX, un sistema de cuerdas para el entrenamiento en suspensión a partir del propio peso corporal. Lo inventaron las fuerzas especiales de los Estados Unidos para poder entrenarse en condiciones precarias y es, ciertamente, un sistema muy favorable para los ejercicios de espalda. Lo tengo puesto en casa y lo uso con frecuencia. Pero hay que ir muy de sobrado para regalarle a un líder político una máquina de ejercicios para que corrija su chepa. En aquel momento pensé en enviarle de vuelta unos zancos o unos zapatos de suela alta pero, ¡qué narices!, la TRX era un regalo muy útil. Le di las gracias.